jueves, 4 de octubre de 2012

Viaje a Cipango


Os dejo el primer acto de "Viaje a Cipango" las aventuras de un misionero jesuita algo especial.

A finales del siglo XVII las misiones de los jesuitas españoles (Compañía de los amigos) en Japón y China se vieron amenazadas por la querella de los ritos dividiendo el mundo católico procediente de Europa.

ACTO I

Teodoro: Monseñor, Monseñor ¿Habéis oído hablar de Cipango?

Alfonso: Y de Catay, hermano mío

Teodoro: Aquellas tierras no interesan, dicen que se comen a la gente.

Alfonso: En África se comen a la gente, en Catay no.

Teodoro: (Confundido) ¡Ehhhh! Pues, escuche que en Catay tienen un arte milenario de torturas atroces.

Alfonso: Teodoro, nosotros también daríamos miedo a cualquier persona, ¿Has visto todos los métodos que tenemos para hacer hablar a los herejes?

Teodoro: Pero eso es la voluntad del Señor.

Alfonso: ¡Hijo mío! Que usted se corta el pelo completamente y se pinta las cejas con                             cagadas de paloma y carbón por miedo a que le quememos.

Teodoro: Aquellas brujas me echaron una maldición de transformación, además invocaron al mismísimo Satanás para que me poseíese.

Alfonso: ¿Sus hermanas? ¿Aquellas buenas feligresas que dijeron que tú eras hijo de Satanás? ¿Y para exculparse usted dijo que le habían hechizado y deberían de arder en el infierno?

Teodoro: Exacto, esas rameras de lucifer me embrujaron.

Alfonso: Teodoro, usted sabe muy bien porqué le acusaron sus hermanas, pero puedo volver a recordádselo.

Teodoro: El diablo me poseía y me obligaba a tener relaciones pecaminosas con mis hermanas, hasta que el diablo desapareció

Alfonso: Más bien que su padre se enteró de vuestras orgías desenfrenadas.

Teodoro: También tuvo que ver, pero desde entonces el diablo dejo de molestarme.

Alfonso: La paliza que te metió le debió de asustar más a él que a ti.

Teodoro: Para olvidarme de algo así.

Alfonso: Sus hermanas estaban tan rabiosas de no poder poseerte que si no eras para ellas debías de morir y por eso le acusaron de brujería Señor Teodoro.

Teodoro: Y, ahora, son ellas las que arden en el infierno.

Alfonso: Es una lástima que el camino del Señor sea así. Una verdadera lástima.

Teodoro: ¿Monseñor?

Alfonso: Sus hermanas eran muy guapas.

Teodoro: ¡Don Alfonso!

Alfonso: (Intentado quitarle hierro a la conversación) ¿Y por qué pregunta por Cipango?

Teodoro: ¡Ah! Se me había pasado. ¿Sabe algo de Cipango?

Alfonso: Sé algunas cosas, pero conociéndote supongo que me preguntarás sobre alguna  empresa que se dirija hacia allí.

Teodoro: Sí Monseñor.

Alfonso: La semana que se van del puerto de Cádiz hacia Catay y Cipango una gran empresa impulsada por nuestro rey, eso es lo único que sé Teodoro.

Teodoro: ¿Hará falta alguien para evangelizar a aquellas pobres almas?
               
Alfonso: Siempre hacen falta. Catay necesita más misioneros (Teodoro no deja terminar a Alfonso)

Teodoro: No, en Catay que se ocupen otros, no quiero acabar cortado en mil pedazos.

Alfonso: ¿Mil pedazos?

Teodoro: Sí, una tortura de esas milenarias que dan mucho miedo

Alfonso: Bueno, debe de saber que en Cipango es igual o más peligroso y no hace falta tanta gente.

Teodoro: ¿No querra que termine hecho a pedazos y comido por ellos? ¿Podrá soportar eso su conciencia?

Alfonso: No ni mucho menos.

Teodoro: Entonces, ¿Dónde hay que ir para apuntarse?

Alfonso: Debes de tener mi bendición.

Teodoro: Gracias.
             
Alfonso: No corra tanto, si le doy mi bendición deberá de cumplir un trato conmigo, ¿Entiendes?

Teodoro: De acuerdo y qué trato es

Alfonso: Pasar un mes evangelizando a los habitantes de Catay.

Teodoro: Don Alfonso usted sólo quiere verme en mil pedazos.

Alfonso: No, sólo veo a un hombre con interés en un lugar alejado de la mano del Señor. A saber qué quiere hacer.

Teodoro: Transformar aquellas personas que no han escuchado, aún, la voz del Señor.

Alfonso: Algo escondes detrás de esa máscara de buena persona. Nos conocemos desde que eras un niño. Sé todos tus oscuros secretos. No debería de bendecirte.

Teodoro: (Muy serio) Alfonso, por favor, sólo quiero ayudar a esas pobres gentes que irán al infierno sin mi ayuda.

Alfonso: Recuerda, un mes en Catay y luego podrás irte a Cipango, si no lo cumples te traerán de vuelta a España.

Teodoro: Gracias Monseñor, no le defraudaré.

Alfonso: Yo te bendigo hijo mío.

Se cierra el Telón.

1 comentarios:

Zolena on 5 de octubre de 2012, 17:32 dijo...

Me ha gustado, aunque me gustó más "La noche del insomne"

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