viernes, 26 de abril de 2013

Nueva vida

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“A todo el mundo le llega su hora”. Solía decirme mi abuelo mientras mataba a golpes a aquel pobre conejo que nos íbamos a comer más tarde. A él le llegó su hora mientras hacía lo que más le gustaba, follarse a una puta. Se ve que le excitaba mucho que lo asfixiasen mientras hacía el acto sexual, pero aquella vez se pasó con la viagra y la puta apretó demás. Pero ahí no queda la cosa, el pene de mi abuelo se hinchó de tal manera que la puta no pudo sacárselo del coño hasta que llegaron los enfermeros. Y que razón tenía el viejo pervertido “a todo el mundo le llega su hora”.

Mi vida siempre fue muy, como suelen decir ahora los subnormales de los modernos, mainstream. Nada del otro mundo. Lo único destacable fue aquel viaje a Teruel que hice con el colegio, en el cual se olvidaron de mí en una gasolinera y la vez que visité a la bruja Portuguesa del mercadillo medieval del 98. Que aparte de decir tonterías, me lleno la cabeza de gilipolleces. Que si yo iba a vivir hasta los 100 años. Que si iba a tener una vida llena de aventuras. Que si una modelo se iba a enamorar de mí. No acertó nada la vende toallas.100 años que iba a vivir, que me comería el mundo y una modelo me comería otra cosa. Pamplinas, mi única aventura fue el abandono que sufrí en una gasolinera de Teruel y a los 23 años una paloma me cagó en los ojos y con toda la suerte del mundo me caí por unas escaleras y me desnuqué.

Al morir, fue como Ghost, pero en lugar de la luz vinieron las sombras a llevarme con ellas, como si yo hubiese hecho algo malo en mi vida. Aquellas sombras me llevaron a un edificio bastante molón. La fachada era de cristal y se podía ver todo lo que pasaba por ahí. Era el Ministerio de Asuntos Espectrales. Resulta que después de la muerte hay vida, pero no hay un cielo ni un infierno. Se vive como en otro plano y te dan a elegir dos opciones; trabajar para el gobierno o ir a una especie de casino a jugar al juego de la reencarnación.

Antiguamente, según las sombras que me llevaron a mí al Ministerio de Asuntos Espectrales no te dejaban elegir. Todo dependía de cómo se encontrasen de ánimo las sombras que te iban a recoger cuando morías. Te podían dejar en la puerta del Ministerio o del Casino. Pero ahora, te preguntan a dónde quieres ir “¿Ministerio o Casino?” Y a mí nunca me han gustado las luces ni el juego, así que elegí Ministerio sin pensarlo y, ahora que lo pienso, hice bastante bien. Porqué quien escoge Casino, acaba por reencarnarse en algo a lo que siempre ha odiado. Además, saber que puedes reencarnarte en cualquier ser vivo me estremece, la gente hoy en día no tiene respeto por nada, podría ser una hormiga y acabar chafada, quemada o desmembrada por un crío que quiere jugar a ser Dios.

Una vez llegado al Ministerio de Asuntos Espectrales, te dan tu identificación, la ropa de trabajo, en mi caso es un hábito negro como los de la Parka, un maletín bastante molón que está lleno de objetos: Las llaves de tu nueva casa y coche, un mapa del ducado donde te encuentras y poca cosa más.
Por ahora, poco más puedo decir de mí nueva vida. Sí, espero que no sea tan aburrida como cuando vivía en la tierra.
 

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